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La prostitución

Por Lorenia Lira

La prostitución en el siglo XIX, no se castigaba, de hecho se reglamentó, lo que se castigaba era ejercerla clandestinamente, o enferma. Es una visión liberal, burguesa y hasta victoriana de la época, en la que se veía como un mal necesario. En el país, el primer reglamento sobre el tema se hizo durante la intervención francesa. De acuerdo a Núñez Becerra, Aquilés Bazaine, promulgó el 17 de febrero de 1865, un reglamento basado en el sistema francés creado por el doctor Alexandre Paret Duchâtelet con la finalidad de proteger la salud de los soldados invasores.


En Tulancingo, en diciembre de 1920 se autorizó un reglamento especial de la prostitución que entró en vigencia en 1921. No sabemos con exactitud si existió otro con anterioridad, dicho reglamento de prostitución fue aprobado en el decreto número 187 por la asamblea municipal. Aunque también se encuentran en el Archivo municipal de Tulancingo, padrones que hablan de mujeres registradas desde 1893, pagando una cuota y además revisándose en el hospital general.
De acuerdo a dichos padrones en 1894 había 59 mujeres inscritas para ejercer tal oficio, y las casas que estaban para ello reglamentadas en la calle de Churubusco.
La revisión sanitaria era por semana y gratuita los martes a las 9 de la mañana. Las casas donde se toleraba que pudiera ejercerse la prostitución debían estar fuera del perímetro comprendido entre las calles de Mina y Bravo y de Echavarri a la Calzada 5 de mayo. Los burdeles no deberían tener señales exteriores y debían tener los cristales opacos y cortinas además.
La mitad de las inscritas en los padrones decían ser de Tulancingo, la otra mitad venían de otros estados, ninguna era extranjera, ni había hombres. Las edades fluctuaban entre los 18 y los 50 años. Para separarse de la prostitución, dice el reglamento, la mujer no tenía en teoría ninguna prohibición, pero debía dar una fianza al gobierno y presentar además un fiador que garantizara que ella no volvería a ejercer la prostitución, en caso de volver a hacerlo, el fiador pagaría una fianza de veinticinco pesos. Las mujeres tenían los siguientes deberes: 1. Tener su libreta de pagos y revisión sanitaria y refrendarla 2. Presentarla ante la policía o los visitantes cada vez que lo solicitaran 3.- Portarse y vestirse con decencia, abstenerse de pasearse por las calles y hacer escándalos 4. No interpelar ni saludar en la calle a los hombres provocándolos a la prostitución ya sea con palabras o gestos. 5. No ejercer la prostitución fuera de las casas toleradas para eso.
En la década de los 50’s las casas de prostitución tolerada estaban en la calle de Corregidora, una de ellas, era la famosa Casa Nacha, pues así se llamaba la dueña: Ignacia.

Lorenia Lira