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El día en que España abrió la puerta a la ultraderecha

Por Erika Rosete

En España, como en gran parte de Europa y el mundo, el miedo a los otros crece. Miedo a que la migración desde África y Medio Oriente desborde sus fronteras; miedo al empoderamiento de las mujeres; miedo de tender la mano a quienes más lo necesitan, miedo a perder los privilegios que la sociedad ha tenido durante décadas.

El pasado 28 de abril, España entró al grupo de los países europeos que reciben en sus parlamentos a representantes de partidos políticos con un discurso racista, homófobo, antifeminista y una larga lista de adjetivos que van en contra del respeto al individuo. Partidos que plantean una ruptura que, se creyó, había sido curada décadas atrás.

El ultraderechista Vox consiguió 24 de los 350 escaños en el Congreso de los diputados. Más de dos millones y medio de personas votaron por esa formación que ha descalificado al movimiento feminista, ha pedido la derogación de la ley de violencia de género y se ha mostrado abiertamente homófobo y racista, entre otras propuestas que contravienen los logros históricos de movimientos sociales e incluso, que van en contra de la constitución del país.

Tras los ejemplos de Hungría, Italia, Francia y Alemania, en España la sombra del nacionalismo y la xenofobia llegó finalmente a la puerta del Congreso. Sin embargo, si hay algo que diferenció a los españoles, fue su respuesta ante esa otra forma de miedo: el de permitir que la ultraderecha forme poco a poco una nueva realidad donde quedan canceladas las más básicas de las libertades de las personas. (Algunas encuestas previas a las elecciones le daban a Vox hasta 40 escaños). En esta elección participó más del 70 por ciento de los españoles llamados a las urnas sabiendo que de no votar, los resultados le darían una mayor ventaja a la formación de Santiago Abascal, líder de Vox.

El gobierno en turno, el del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, y el hasta ahora presidente del gobierno, Pedro Sánchez, buscarán formar un gobierno en un escenario en el que nadie tiene una mayoría absoluta. En España, la llegada de Vox y sus más de tres millones de votos recibidos encienden las alarmas y se convierte en un tema que polariza y divide. Como si con el tema de Cataluña no fuera suficiente. Mientras tanto, siguen llegando miles de jóvenes y madres y niños en pateras, desde lugares olvidados por el mundo, buscando desesperadamente un refugio en dónde ganarse la vida (eso si a los barcos de rescate que los interceptan en el mar les autorizan tocar puerto); se siguen cometiendo crímenes machistas cada vez con más frecuencia; sigue habiendo más de una familia al día que es “desahuciada”, ese horroroso término que en la época de la crisis económica era el pan de cada día.

Abrirle la puerta a esa forma totalitaria y ultranacionalista de mirar el mundo, es no aceptar que ese mundo ya nunca será una sola cosa, ni de unos cuantos, es dar un paso adelante rumbo a la degradación total de la dignidad humana. Y España, esta vez, ha resistido con valentía.

Erika Rosete