Tulancingo y José María Morelos y Pavón
Lucas Alamán describió a José María Morelos y Pavón, como el hombre más extraordinario que hubo entre los insurgentes. No es para menos, su fama rebasó las fronteras de la Nueva España hasta ganar la admiración de las mentes militares más destacadas del mundo, como Napoleón Bonaparte, quien afirmaba que con cinco hombres como Morelos, podría conquistar el mundo.
Morelos nació en 1765 en Valladolid, Michoacán. Estudió en el Colegio de San Nicolás donde fue discípulo de Don Miguel Hidalgo y se ordenó sacerdote. En octubre de 1810 se unió a la causa insurgente como lugarteniente de las costas del sur, donde comenzó a dar muestras de su genio militar.
Poco tiempo después se convertiría en el Generalísimo de los ejércitos insurgentes. En septiembre de 1813 convocó al Primer Congreso Independiente, en Chilpancingo, del que surgiría la Constitución de Apatzingán que proclamaba la independencia absoluta de México en España.
Su genio puede palparse en cada línea de los Sentimientos de la Nación, donde describe de manera puntual las aspiraciones de una nación cansada de vivir bajo el yugo de los españoles.
El 22 de diciembre de 1815 fue fusilado en San Cristóbal, Ecatepec por órdenes del Virrey de la Nueva España, Félix María Calleja, quien se encargó de humillar y excomulgar al Generalísimo como advertencia para quienes seguían firmes a la casusa independentista.
El hombre que aprehendió y fusiló a Morelos fue el Coronel Manuel de la Concha, quien, en su momento, fue el encargado de resguardar Tulancingo para el virreinato.
Cuando Nicolás Bravo se aproximaba a Tulancingo con la intención de hacerse del control de la Plaza De la Concha, quien era famoso por su trato cruel hacia los insurgentes, abandonó el lugar ante su inminente derrota.
El Coronel de la Concha, salió tan intempestivamente de Tulancingo, que dejó sobre su escritorio documentos sobre la contabilidad que estaba por enviar al Virrey. Bravo, en un tono sarcástico se encargó de enviar dichos documentos al Virrey Calleja con una nota en la que señalaba que no deseaba que esos documentos hicieran falta en el ajuste de cuentas.
Morelos fue un estratega, patriota, pensador y libertador de México, al que se le debe reconocer además su modestia y sencillez, la cual quedó manifiesta cuando le ofrecieron ser llamado “Su Alteza Serenísima”, momento en el que prefirió ser conocido como el “Siervo de la Nación”.
Por Marco Antonio Mendoza Bustamante