Los Axolotes de Tulancingo
Entre las oscuras y pantanosas profundidades de los canales de Xochimilco, se resiste a desaparecer una criatura que solo existe en nuestro país y que habita esas aguas desde tiempos remotos: el ajolote mexicano, un anfibio cuyo simbolismo para los pueblos prehispánicos, sus características biológicas, su apariencia física y el hecho de que se encuentra al borde de la extinción, lo convierten en una especie, como pocas, fascinante para la ciencia, la historia y la literatura.
Ya sea representado en antiguos códices y esculturas, como personaje de un cuento de Cortázar o detrás de una pecera en el Acuario Inbursa; el ajolote mexicano es parte importante de nuestra cultura que tiene la habilidad de regenerar desde sus patas, hasta partes de su corazón y mantiene las mismas características físicas desde su nacimiento hasta su edad madura.
De acuerdo con el INAH, la palabra ajolote deriva de la palabra náhuatl axolotl que se traduce como “monstruo o juguete de agua” o “gemelo de agua”. Asimismo, hace referencia al hermano mellizo de Quetzalcóatl, Xólotl, dios mexica que se asociaba al movimiento y a la vida, y cuya leyenda, narrada por Fray Bernardino de Sahagún, refiere que esta deidad, temerosa de la hoguera donde se habían arrojado los demás inmortales para mantener vivo el sol, prefirió ocultarse para salvarse, primero en el seno de la tierra, en la raigambre misma del maíz de caña doble o jolote, pero lo hallaron.
Entonces buscó cobijo en el maguey que tiene dos cuerpos o mexólotl, de nuevo lo encontraron; así que decidió lanzarse al agua, entre el fango de las lagunas poco profundas que dominaban el valle de Anáhuac, al final dieron con él ahí también, en forma de axólotl, y acabó en el fuego, no sin dejar huella de su paso por el medio líquido en sus numerosos descendientes.
Son diversos los investigadores que consideran que el axolote es más simbólico que el águila y la serpiente, dentro de la cosmogonía prehispánica, pero no se le ha dado esa jerarquía.
Tollantzinco, como prácticamente todas las ciudades mesoamericanas, no podía quedar fuera de la influencia de esta mítica criatura, prueba de ello fue el hallazgo realizado el 3 de junio de 1993, mientras se llevaba a cabo la rehabilitación de las banquetas, sobre la extensa avenida 21 de marzo.
Justo el punto intermedio entre Huapalcalco y Zazacuala, a la altura de la calle de Nicolás Bravo, fue hallada una ofrenda funeraria, a dos metros de la superficie integrada por un cajete cilíndrico con grecas estilizadas, un cajete cilíndrico, una vasija cilíndrica, una vasija zoomorfa de un pez jaguar de 8 centímetros de altura, un pectoral de piedra verde de 4 centímetros de altura, y 2 vasijas zoomorfas de axolotes de 7 centímetros de altura.
Los invito a admirar estas representaciones del ajolote mexicano en el Museo de Datos Históricos de Tulancingo, donde podrá apreciar también el Bracero de Zazacuala, esculturas de piedra estilo Huajomulco y conocer diversos pasajes de nuestra historia.