El Gigante de Cristal, el Cerro de las Navajas.
Por Marco Antonio Mendoza Bustamante.
Filosa, afinada, clara, obscura, dorada, verde, gris, negra, fuerte, sencilla y letal, la obsidiana espera oculta en las entrañas de un gigante inmóvil, que se eleva imponente entre las montañas que miran desde lo alto, el Valle de Tulancingo.
Con 3160 metros sobre el nivel del mar, el Cerro de la Navajas, en Epazoyucan, es de las cuatro montañas más altas del estado de Hidalgo, y uno de los custodios silenciosos del paisaje elevado del valle.
Pero su particularidad no es la altura, el cerro de las navajas es una elevación montañosa que, en su mayoría está compuesta de obsidiana, y en su superficie abriga historias de los antiguos pueblos de Mesoamérica.
Alejandro von Humboldt, visitó los yacimientos y en su ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, describe los tiros y pozos de exploración, así mismo bautiza el lugar como la Sierra de las Navajas.
A 40 minutos de la ciudad de Tulancingo, sobre la carretera Pachuca-Tulancingo, se encuentra la entrada a la comunidad de Nopalillo, lugar donde el caprichoso paso del tiempo, no ha hecho mella en las hábiles manos de los artesanos que manejan la obsidiana.
En la antigüedad, los artesanos que manufacturaban artefactos de obsidiana, debían pasar por diversos requisitos antes de manejar el material, como mantenerse en abstinencia sexual, durante determinado tiempo.
Al caminar por los bosques del lugar, podemos encontrar vestigios de minas y talleres prehispánicos, donde nos podemos dar una idea del trabajo que se hacía con la obsidiana.
El cerro de las Navajas, es un antiguo volcán dormido, que al hacer erupción hace miles de años, dejo a la intemperie una gran cantidad de obsidiana negra y verde, la cual fue utilizada por nuestros antepasados para la fabricación de armas y utensilios.
La obsidiana es un vidrio natural que se forma al enfriarse bruscamente algunos tipos de lava que contienen sílice en un porcentaje mayor al 65% y se localiza en zonas volcánicas. Lo anterior es de confirmarse, ya que muy cerca se encuentra otro gigante volcánico, la Paila.
Este vidrio volcánico se distribuyó, gracias al comercio, por todo el Me´xico antiguo y más allá, ya que el arqueólogo norteamericano, Rober F, Heizer identificó la obsidiana de la Sierra de las Navajas hasta Kiminaljuyú, Uaxactun y Zacualpa, en Guatemala. De igual forma se han encontrado artefactos de esta obsidiana, en Chichén Itza, utilizados en la época Tolteca.
Actualmente se ha establecido un parque Eco turístico llamado las Hadas, donde dan la entrada al bosque, cabañas, y a la zona arqueológica del lugar. También, durante el recorrido, no se puede dejar de visitar las peñas cargadas, y el mirador del cerro, que nos regalan una vista increíble, del bosque y de las mesetas y cerros que rodean el lugar.
Sin duda un gigante volcánico, con historia, que bien podría darnos una idea del tercer nivel del Mictlan o Iztepetl, y un gran referente de los antiguos volcanes que abrigan el paisaje y que después hablaremos de sus entrañas de lava.
Marco Antonio Mendoza Bustamante