Colosos del Valle de Tulancingo.
Por: Marco Antonio Mendoza Bustamante
Si por un momento levantamos la vista y giramos sobre nuestro propio eje, prestando atención al horizonte, será posible observar imponentes las montañas que circundan el valle de Tulancingo.
Distribuidos en diferentes localidades y municipios del estado, montañas y volcanes forman parte importante de la cosmología y actividades cotidianas de las civilizaciones mesoamericanas que se desarrollaron en el territorio de Tulancingo.
Si tomamos por centro el municipio de Tulancingo, en el corazón de la ciudad se yergue cubierto de casas y edificios el cerro del Tezontle, elevación volcánica, constituida en su mayoría de este material volcánico rojizo, utilizado en la época prehispánica para esculpir figuras zoomorfas y antropomorfas, así como para temazcales y como material de construcción, mismo que podemos ver incrustado en las construcciones antiguas del centro histórico.
Ahora dirigimos la mirada al norte, y por encima de Huapalcalco, se erige imponente el cerro de Napateco, que su nombre lo recibe del dios mesoamericano Nappatecuhtli, que significa el cuatro veces señor, lugarteniente de Tláloc, dios de la lluvia, y lugar donde son innumerables los mitos y leyendas.
Seguimos girando y hacía el oriente, en el municipio de Cuautepec, es posible ver como se eleva por encima de las demás montañas, el cerro del Yólotl, o como los lugareños le llaman Yolo, monte que en la cosmología prehispánica era de gran importancia, donde anida el águila y que custodia la llegada del sol, y que después de tiempos de lluvia, es posible colectar una gran cantidad de hongos.
En el sur, se encuentra Santiago Tulantepec, lugar que debería ser renombrado con el nombre de Santiago Zazacuala en correspondencia con su zona arqueológica, y donde en la comunidad de Altepemila, entre lo espeso del bosque, se eleva el Cerro de la Campana, donde los lugareños platican que se escucha a un felino rugir, y que cuida la zona, al igual que en la piedra del Sol.
Y cerrando la flor de cuatro pétalos, hacía el oriente, donde se oculta el sol, en los municipios de Singuilucan y Epazoyucan, se encuentran de frente dos colosos de fuego, que muy probablemente tengan una historia en común, el cerro de las Navajas y su corazón de obsidiana, y el Paila, volcán dormido, que en su somnoliento cráter fue colocado un eco parque, donde los visitantes pueden utilizar asaderos y una tirolesa.
Estos dos últimos, son dos de las 4 elevaciones más altas del estado de Hidalgo, con más de 3,200 metros sobre el nivel del mar, ubicadas detrás de la Peñuela y el Xihuingo.
Estos son solo algunos de los colosos que custodian el valle de Tulancingo, ya que hay un gran número de montañas, montes y cerros formados gracias al eje Neovolcánico, que atraviesa el estado de Hidalgo.
Lic. Marco Antonio Mendoza Bustamente