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LA REVOLUCIÓN DE TULANCINGO Y LA PROCLAMA DE GUADALUE VICTORIA

Por Marco Antonio Mendoza Bustamante

En los primeros meses de 1827, apenas unos años después de la independencia, se desataba una constante búsqueda de una definición política, en México aparecieron dos partidos, los escoceses y su contraparte los Yorkinos.

La desaparición del fallido Imperio de Iturbide, y el nacimiento de una República Mexicana, solo evidenciaban las enormes diferencias entre los sectores de la población, dando paso a diversas disputas, que implicaban la defensa de los intereses económicos y territoriales de quienes por años habían controlado todo, y el reclamo de justicia a una independencia sangrienta.

Los escoceses veían inútiles sus esfuerzos para controlar la nueva república, a pesar de haberse extendido hasta Veracruz, Puebla y Guanajuato; y contar con el apoyo económico de españoles adinerados y que se quedaron en México, en espera de rescatar sus propiedades.

Así que con la finalidad de mantener esta lucha por establecer condiciones políticas, el 23 de diciembre de 1827, proclamaron el Plan Montaño, firmado bajo el nombre de D. Manuel Montaño, administrador de una hacienda de Torres Adalid. Dicho plan fue promulgado con la intención de iniciar una revolución y estaba conformado por cuatro puntos principales:

1°.- El supremo gobierno hará iniciativa de la ley al Congreso general de la Unión, para la exterminación en la República de toda clase de reuniones secretas, sea cual fuere su denominación y origen.

Artículo 2° .- El supremo gobierno renovará en lo absoluto las Secretarías de su Despacho, haciendo recaer semejantes puestos en hombres de conocida probidad, virtud y mérito.

Artículo 3° .- Expedirá sin pérdida de tiempo el debido pasaporte al enviado cerca de la República Mexicana por los Estados del Norte.

Artículo 4° .- Hará cumplir exacta y religiosamente nuestra Constitución Federal y leyes vigentes.

Fue muy poco el tiempo que tardaron en surgir los nombres de los verdaderos autores del Plan Montaño, ya que de inmediato se refugiaron en Tulancingo, los Generales Bravo y Berdejo, los coroneles Correa, Gutiérrez, Tres-Palacios, Castro, Álvaro Muñoz y demás oficiales del partido escocés o novenario.

A lo que el presidente de México, Guadalupe Victoria, se expresó contundentemente; y comparto algunas líneas del mensaje de una carta dirigida el 2 de enero de 1928:

 

La revolución aparece al acercarse el día crítico para los perversos, en que las causas de conspiración contra la independencia deben concluirse y revelarse al mundo entero las maquinaciones que la vigilancia del gobierno ha frustrado, y cuya existencia se niega con descaro, porque no ha sido posible hasta ahora terminar los juicios y hacer patente sus resultados.

La revolución aparece cuando el ejecutivo ha recibido de la ley nuevo vigor y fuerza para exterminar de raíz, y para siempre, las causas de los males que todavía sufrimos aun después de que la administración es nuestra, y no se nos domina por un lejano opresor.

La seducción ha progresado, y no podría ocultar a mis conciudadanos, sin traicionar a sus caros intereses, que el mal es grande, y que la patria desde que quiso colocarme al frente de sus negocios, no se ha visto en mayor peligro.

El gobierno ha observado con el dolor más profundo que nuestros incansables enemigos han abusado del candor de algunos mexicanos para corromperlos, empañar sus antiguos servicios y convertir sus brazos contra la inocente patria.

Ante tal infamia, y  burdo intento de desestabilizar la paz política del país, el General Vicente Guerrero fue nombrado, por el gobierno mexicano, para salir a atacar a los rebeldes, que habían hecho fuerte en Tulancingo.

Así que, desde Otumba, Vicente Guerrero dirigió una carta, fechada el 5 de enero de 1828:

El gachupín Rea, en unión de Garmendia, Ignacio Gutiérrez, Correa, Lara Guzmán y otros agentes todos del rey, y pagados por los españoles, han salido de México con plan de seducirlos y volvernos al dominio que tuvimos la gloria de sacudir, y en cuya lucha perdimos las prendas más caras de nuestro corazón.

Los verdugos intentan hoy atarnos con aquellas cadenas que gracias a nuestros esfuerzos se rompieron, y en estas circunstancias ¿qué debemos hacer? perseguirlos, aprehenderlos, exterminarlos, y si la suerte nos fue ingrata, morir antes que ver nuestra infamia.

Ilustres ayuntamientos: a vosotros que está encomendada la felicidad de los pueblos, a vosotros toca alarmarlos para conservar nuestra querida independencia, y que conozcan las asechanzas de los gachupines, cuyo objeto principal es robar a los naturales las pocas tierras que poseen; y para no recobrarlas jamás juremos compatriotas, unirnos todos para defender hasta morir la independencia y federación. Así lo espera el último de vuestros compañeros.

Tulancingo fue atacado el 6 de enero de 1828, y después de una débil resistencia, con muy pocos heridos y muertos, fueron hechos presos los líderes de la rebelión, y fueron trasladados a México para su juicio.