José María Rodríguez y Cos, un poeta que se desvaneció para la historia
Por Marco Antonio Mendoza Bustamante
Ante la derrota del Ejército Mexicano en la guerra con Estados Unidos en 1848, los grupos políticos del país se radicalizaron en una búsqueda implacable de nuevos modelos en las políticas institucionales y culturales.
El establecimiento de la paz abrió el camino al resurgimiento del arte a inicios de la década de 1850. En los estados se formaron sociedades literarias y nuevos periódicos; la prensa política dejaba a un lado la sátira, y las noticias de guerra y política, por los poemas.
Un ejemplo de estas sociedades fue la Academia Literaria Guadalupana y el periódico el “Estandarte Católico”, semanario que se publicó en nuestra ciudad de 1887 a 1888, ambos fundados por Agustín de Jesús Torres y Hernández.
Desgraciadamente no existe una investigación a profundidad sobre estas sociedades culturales, las cuales permitieron el surgimiento de grandes plumas del siglo XIX, como las del Liceo Hidalgo, fundado en 1850 por Francisco Zarco, y donde participaron Félix Tovar, Joaquín Téllez, José Tomás de Cuéllar, Luis Gonzaga Ortiz, Joaquín Villalobos y el tulancinguense José María Rodríguez y Cos.
José María Rodríguez y Cos nació en Tulancingo el 7 de junio 1823, fue un excelente escritor, dramaturgo e insigne precursor de la educación pública del país; además de ser el discípulo predilecto de don Nicolás García de San Vicente.
En la ciudad de México, estudió en el Colegio de San Gregorio, la falta de dinero lo obligó a truncar sus estudios, llevándolo a ser profesor y dar clases en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Normal de Maestros por más de 20 años.
A la par de su tarea como maestro, inició una prolífica carrera como poeta, colaboró en varios periódicos como escritor, y como lírico compuso un largo poema épico de 13 cantos, titulado “El Anáhuac” en 1853; un poema histórico sobre la Revolución Francesa, y algunas obras más para teatro.
Murió el 2 de julio de 1899, cuando en el estado se supo la noticia sobre su muerte, hubo una inmensa consternación de todos aquellos que sabían de sus virtudes, personalidad y labor profesional. Por lo que el 22 de julio de 1899, se organizó una velada en su honor, misma que se llevó a cabo en la ciudad de Pachuca, en el teatro Bartolomé de Medina.
Fueron diversos los ilustres personajes que dedicaron un discurso resaltando las virtudes y valores de Rodríguez y Cos. Pero son de destacar las palabras de don Felipe Neri Barros y Olmedo, director de la mina de San Rafael, mismo que apoyó la construcción del Reloj Monumental de Pachuca, quien dijo lo siguiente:
“La vida se deslizó para él
como un día de primavera,
y desvaneció en los rayos
de la estrella de la tarde”.