San Juan Bautista Tulancingo de Bravo.
Por Lorenia Lira
Cuando llegaron los españoles a este territorio ya se llamaba Tulancingo que en nahuatl significa “La capital venerada” o “La capital viejita”. Literalmente, de acuerdo al glifo de nuestra ciudad, se puede traducir como “Detrás del Tule”, sin embargo, no es ese su significado literal. El nombre de capital venerada o viejita se lo puso Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl a su paso por nuestra ciudad, desde Tula probablemente se acordaba de este hermoso Valle como la Antigua Capital de su Imperio. En 1521 que llegan los españoles, respetan el nombre de nuestra ciudad, que probablemente tenía en ese momento unos 500 años de usarse, antes de esa fecha no sabemos como se llamaba nuestra ciudad, es decir, sólo sabemos su nombre desde hace 1,000 años, pero no sabemos como se llamaba cuando comenzó a poblarse hace unos 10,000 años.
Con la llegada de los franciscanos a Tulancingo, le anteponen al nombre nahuatl, el nombre del patrono de la Parroquia que ellos construyeron, es decir: San Juan Bautista, así se le conoció a nuestra ciudad durante 300 años que duro la Colonia Española, de hecho en todos los documentos oficiales de la época se reconoce a nuestra ciudad como San Juan Bautista Tulancingo. Asi sucedió con la mayor parte de poblaciones en México, conservaron su nombre en nahuatl y aumentaron el nombre de su Santo patrono. Tal es el caso de San Antonio Cuautepec, San Cristobal Ecatepec, etc.
Es hasta la Independencia que nuestra ciudad adopta el apellido Bravo por don Nicolás Bravo que estuvo en nuestra ciudad durante ese período de la historia de México. Aquí Don Nicolás impulsó la publicación del primer periodico del México Independiente denominado “El Mosquito”. Además, Bravo, siendo Vicepresidente de la República Mexicana, se levanto en armas desde nuestra ciudad, en la llamada Rebelión de Tulancingo, en 1826. En dicho pronunciamiento, Bravo pretendía derrocar del poder a los masones yorkinos. En esa época todos los politicos importantes de México eran masones, y estaban divididos en dos loggias: Los escoceses, comandados por Bravo y los yorkinos por el presidente de la República. Dicho pronunciamiento pretendía unir a todos los caudillos en contra de los lideres yorkinos, sin embargo no tuvo éxito. El mismo Antonio López de Santa Anna se detuvo en Chignahuapan al ver que casi nadie acudió al llamado de Nicolás Bravo, que si bien no trinufo en contra de los masones yorkinos, si nos heredo su apellido y la tradición masona en nuestra ciudad.