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Barra de opiniónLic. Lorenia Lira

Aniversario luctuoso de Don Gabriel Vargas Bernal

Don Gabriel Vargas Bernal nació en Tulancingo, Hidalgo, el 5 de Febrero de 1915, en la céntrica calle del Eco, en el seno de una familia de clase media acomodada. La familia Vargas Bernal tenía una tienda de abarrotes en la misma calle; su papá  era comerciante y murió cuando el pequeño Gabriel tenía tres  años.

Su vida en Tulancingo la recordaba como una época de bonanza; la tienda y los negocios de su abuelo, heredados a su padre, hacían que la numerosa familia Vargas Bernal tuviera una vida acomodada; su casa contaba con un gran jardín que tenía juegos infantiles.

Hubo dos recuerdos que don Gabriel nunca pudo evitar de Tulancingo: el día en que murió su padre en una operación que se realizó en su misma casa y la noche en que salieron de ahí, casi a escondidas, hacia la Ciudad de México en el ferrocarril.

Su mamá lo llevó a vivir al centro de la Ciudad de México, a la calle de Moneda. Ella les dio una educación digna trabajando como obrera en un laboratorio médico, cosa que jamás le gustó a don Gabriel, quien apenas pudo trabajó para poder sacarla de trabajar.

Tanto en la Ciudad de México como en Tulancingo, don Gabriel se dedicó a observar profundamente a la gente, como el gran sociólogo innato que siempre fue. Allá ganó un concurso de dibujo desde muy pequeño, mismo que lo catapultaría al mundo del periodismo, de las historietas, a la familia Burrón.

Doña Borola Tacuche, don Regino Burrón, Foforito Cantarranas, el Tejocote, Macuca, Wilson, Bella Bellota, don Quirino, Boba Licona, la divina Chuy, Kakiko Kukafate son algunos de los personajes que se volvieron célebres en la historieta que Gabriel Vargas creó en 1948, La Familia Burrón.

La familia Burrón vivía en el Callejón de Cuajo en alguna anónima colonia de la vieja Ciudad de México, en donde pasaron hechos y situaciones que afectaron al México urbano de la segunda mitad del siglo XX. La historieta llevaba la denuncia implícita de que la prosperidad siempre anunciada pero nunca lograda jamás llegaba a las clases medias bajas y bajas, aunque esta situación siempre fue el pretexto para despertar el ingenio derivado de la necesidad de sobrevivir y sacar adelante a la familia y ayudar al prójimo cercano, tal y como lo hacía doña Borola, quien se las ingeniaba para ayudar a su marido don Regino y mantener a su familia porque como a la mayoría, no le alcanzaba con lo que ganaba en el Rizo de Oro, su peluquería.

A los que tuvimos la fortuna de ser de la época de las historietas, nos corresponde ser los difusores de aquella cultura que retrataba al México urbano del siglo XX. El éxito de un cronista urbano consiste en que en cada personaje reconocemos actitudes o características nuestras. Así lo hizo Gabriel Vargas, un tulancinguense universal, sociólogo, gran conocedor de la mente y del lenguaje de los mexicanos.

Él recordaba a Tulancingo, al Tulancingo revolucionario de 1915 como “Tierra de valientes muy de a caballo, muy enamorados y muy matones”.

Actualmente en nuestra ciudad hay una placa conmemorativa que se develó el 4 de abril del 2010 por parte de las autoridades municipales y el Club Rotario. También en 2016 se inauguró el Bioparque Gabriel Vargas que se encuentra frente a dicha placa conmemorativa. En su séptimo aniversario luctuoso, los tulancinguenses lo recordamos con cariño.

Lorenia Lira