162 Aniversario de Tulancingo como ciudad.
Tulancingo, ciudad que nos cobija, lugar de nuestros amores y nuestros sueños, del trabajo y de la amistad, lugar en el que compartimos jardines, edificios y monumentos; el orgullo de haber nacido en esta ciudad tiene una justificación: Tulancingo es uno de los lugares habitados más antiguos de Mesoamérica, como prueba de ello está el hacha que Florencia Müller encontró en la cueva quemada y que arroja la alucinante fecha de 12,000 años antes de Cristo. Esa hacha es contemporánea de Naia, la niña encontrada en el cenote sagrado en Yucatán.
Naturalmente este lugar hace 14 mil años no era como es ahora, en lugar de valle había lagunas y la gente vivía en cuevas. El paisaje era diferente, la vegetación era más exuberante y la fauna correspondía al pleistoceno; es por ello que se han encontrado en el Valle varios esqueletos de mamut y de mastodonte. Tulancingo es uno de los primeros sitios probables adonde el hombre se sedentarizó y comenzó la agricultura.
A la llegada de los españoles en el siglo XVI, Tulancingo estaba dividido en dos altepemes Tlatocan y Tlaixpan, la primera al Sur poblada por hablantes del náhuatl y cuyo centro era probablemente Zazacuala y lo que hoy conocemos como el barrio de Zapotlan de Allende.
La segunda, Tlayxpan estaba al Norte habitada por hablantes del otomí y cuyo centro era probablemente Sana Ana Hueytlalpan. Ambos altepemes estaban dominados en el momento de la conquista por los hablantes del náhuatl, por eso se explica que el valle tenía un nombre en esa lengua. Tollantzinco o sea la ciudad antigua, ese es el nombre con el que los toltecas se referían a este lugar, porque de aquí Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl partió para fundar la gran Tula, hasta hace poco, no sabíamos cómo se llamaba Tulancingo antes del periodo clásico. Es decir, Tulancingo se llama así desde hace aproximadamente mil años, pero antes de eso seguramente los habitantes de lenguas otopames lo llamaban Toi o N’gumu.
Como ya había mencionado, el valle de Tulancingo estaba formado por dos altepemes y los españoles, en un intento por disminuir la burocracia prehispánica, los unieron a ambos y para hacer física esa unión, los franciscanos construyeron la parroquia de Tulancingo, justamente a la mitad del camino de ambos. Ese convento fue el centro de la ciudad de blancos que los españoles comenzaron a construir a partir de esa manzana, a la usanza europea: El templo viendo hacia el poniente y el ábside hacia el oriente. El convento abarcaba desde la calle Doria hasta Hidalgo, desde 21 de marzo hasta Independencia, que en esa época se llamaba Aquetzalpa, y era el camino que unía a los dos altepemes.
Posteriormente, el templo primigenio que habían construido los franciscanos se incendió, y hubo la necesidad de reconstruirlo, para lo cual aparentemente se aprovecharon los muros sobrevivientes al fuego, El encargado de la cara actual de la Catedral de Tulancingo fue el Arquitecto José Damián Ortiz de Castro, quien la dotó de una sobria fachada de estilo neoclásico, al igual que la decoración y altar principal en su interior.
A la llegada de los españoles, solo se preservó el nombre en náhuatl, olvidándose del hñuju, al nombre náhuatl se le añadió el nombre de San Juan Bautista y en 1854 con el nombramiento de Tulancingo como ciudad, llegó también un apellido: un apellido que por cierto pronto sería indeseable: Tulancingo de Santa Anna, en el Archivo general de la nación se encuentran documentos fechados en 1855 aún con ese nombre.
En abril de 1868 Benito Juárez le ratificó el rango de ciudad, pero le enmendó el apellido, a partir de ahí Tulancingo es de Bravo.
Cuando Juárez regresó al poder, después de haber expulsado a los franceses y fusilado a Maximiliano de Habsburgo, decidió dividir al estado de México. De dicho territorio salieron 2 estados más: Morelos e Hidalgo en 1869. Cuando llega la hora de elegir capital para el nuevo estado, Tulancingo, la ciudad natal de Don Manuel Fernando Soto, insigne juarista e ideólogo de la creación de nuestro Estado, no fue considerada debido a la participación activa de nuestro obispo en el Segundo Imperio mexicano y el conservadurismo mostrado por Tulancingo en el Segundo Imperio.
Por
Lorenia Lira