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AcaxochitlánBarra de opiniónLic. Marco Antonio Mendoza Bustamante

«Izcozauhqui», el señor amarillo de Acaxochitlán.

Por Marco Antonio Mendoza Bustamante

Detrás de los carrizos que invaden el paisaje, se encuentra Acaxochitlán, municipio del valle de Tulancingo, que en época prehispánica fungió como cabecera y tributario de gran importancia para el Imperio Mexica.

Es de los pocos lugares en que sus poblaciones indígenas conservan su lengua materna, sus tradiciones y donde es posible encontrar tesoros de los antiguos habitantes del lugar, como el descubrimiento de Izcozauhqui.

Mientras trabajaban en la elaboración de una zanja, en el montículo que se encuentra a un costado de la iglesia de Santa Ana Tzacuala, habitantes de la comunidad encontraron una ofrenda, probablemente dedicada al monumento arqueológico, compuesta por cajetes trípodes, y una vasija antropomorfa de barro, que representa al “Señor Amarillo”, Izcozauhqui, dios del fuego.

El registro arqueológico de la pieza señala que “El Señor Amarillo” es una vasija antropomorfa de barro que representa a un anciano sedente, cuyo cuerpo es un recipiente cóncavo; con evidencia de pintura amarilla principalmente en el rostro. Su cara es ovalada, los ojos diagonales en forma de “grano de café”; la nariz es recta y ancha, la boca oval aparece abierta; ostenta orejeras discoidales.

Conserva restos de pintura amarilla, blanca, azul, roja y negra. Una franja de barro aparece delimitando la parte superior que está formada por tres triángulos y la inferior, por una saliente a manera de visera trapezoidal con dos discos a los lados. Del tocado cuelgan lateralmente dos franjas diagonales que terminan en forma redondeada y que se apoyan en el borde del recipiente. La parte superior del tocado está rota.

La pieza corresponde al Horizonte Preclásico Superior que se fecha entre 500 años a.C. y 100 años d.C. El Preclásico Superior también llamado Formativo, ocurre cuando las sociedades prehispánicas han desarrollado la agricultura, la tecnología, la organización social, la religión y el urbanismo para dar lugar a la cultura Teotihuacana del Horizonte Clásico que floreció en Acaxochitlán del 100 d.C.  al 750 d.C.

En el Horizonte Preclásico y en el clásico, a esta deidad se le representa como un anciano sentado con las piernas cruzadas, que sostiene en la cabeza o en la espalda un recipiente para el fuego.