Chicomecóatl en Tollantzinco
Un día como cualquier otro, caminando por los senderos del Pedregal, en Santiago Tulantepec, me encontré con un montón de piedras, entre las que sobresalía, por su color rojizo, una de ellas.
La tomé entre mis manos y me percaté que se trataba de la cabeza de una deidad prehispánica. Al analizarla me sorprendí al advertir que tenía frente a mí una talla de Chicomecóatl, diosa azteca del maíz. La palabra Chicomecóatl proviene del náhuatl chicome, que significa siete y coatl, serpiente. Era la deidad de la subsistencia, asociada principalmente con el maíz, la vegetación y la fertilidad.
Para los antiguos mexicanos, los ciclos agrícolas estaban regidos por diversas deidades que, en general, eran advocaciones de Chicomecóatl, una de ellas Xilonen, la peluda, por las barbas del maíz en vaina. Xilonen también era llamada Centeocíhuatl, esposa de Tezcaltlipoca o bien Llamatecutli, mazorca madura, cubierta por hojas amarillentas.
Poseían también un gran conocimiento sobre la agricultura, muestra de ello es que sembraban maíz, frijol y calabaza juntos. El maíz proporciona la estructura para que el frijol crezca y trepe, el frijol aporta el nitrógeno necesario para las otras dos y la calabaza evita que malas hiervas crezcan entre el cultivo.
Algunos estudiosos afirman que Tonantzin, que en náhuatl significa nuestra madrecita y a quien los pueblos indígenas asociaron con la Virgen de Guadalupe, es nada menos que Chicomecóatl, quien tenía su templo en el cerro del Tepeyac, el cual fue destruido durante la conquista para levantar ahí el templo en honor a la Guadalupana.
Tal como se puede apreciar en la pieza, Chicomecóatl es representada en diversos códices portando un tocado de papel amate con rosetones. Su culto es muy antiguo y se extendió por todo el imperio mexica, pues qué persona podía existir que no necesitara los favores de la diosa que proveía el grano que, aún en nuestros días, define al mexicano.
Su presencia en el Pedregal, nos habla de la importante influencia de los aztecas en la región y si bien no existe un estudio que analice el papel que jugó esta deidad en la zona, no podemos dejar pasar inadvertido que en 1924 y en 2009 fueron encontradas otras representaciones de la diosa del maíz, la primera en el edificio central de la Universidad Autónoma del Estado y la segunda en Zempoala, ello sin contar que se tiene noticia de un petrograbado, en las inmediaciones de la zona arqueológica de Xihuingo en Tepeapulco, cuya forma puede presumirse se trata de la diosa.
Esta pieza, que mide aproximadamente 20 centímetros de alto, por 17 centímetros de ancho, ha sido registrada ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia bajo el número 2757 PF.1 y se suma a otras tantas, halladas en las inmediaciones del Valle de Tulancingo, que son testigos silenciosos del andar de los siglos, de la riqueza de nuestra historia y de la importancia que el Tulancingo prehispánico tiene para entender culturas tan importantes como la mexica.
Por: Lic. Marco Antonio Mendoza Bustamante